La erupción del monte Vesubio en 79 D.C fue una erupción acaecida el 24 de agosto del año 79 D.C sobre las ciudades de Pompeya y Herculano.
En el siglo I a. C., Pompeya era sólo una de las numerosas ciudades localizadas alrededor de la base del monte Vesubio. El área tenía una considerable población que se hizo próspera por la famosa fertilidad de la región. De las muchas localidades vecinas de Pompeya, la más conocida fue Herculano. También sufrieron daños o la destrucción durante la erupción del 79, que duró cerca de 19 horas, liberando en ese tiempo el volcán cerca de 4 km3 de ceniza y roca sobre una extensa área del sur y sureste del cráter, con cerca de 3 m de tefra cayendo sobre Pompeya. La blanca ceniza pumítica asociada con esta erupción fue principalmente una composición de leucita y fonolita.
Tito era el emperador de Roma en el año 79.

Señales precursoras
La erupción del 79 fue precedida por un potente terremoto, 17 años antes, el 5 de febrero del 62, que causó la destrucción general alrededor de la bahía de Nápoles, y en particular de Pompeya. Algunos de los daños no habían sido aún reparados cuando el volcán entró en erupción. Sin embargo, este suceso pudo ser un suceso de carácter tectónico en lugar de estar asociado con el redespertar del volcán.
Otro minúsculo terremoto tuvo lugar en el 64; que fue recordado por Suetonio en la biografía de Nerón, en la Vida de los doce Césares, y por Tácito en el Libro XV de Anales. Seísmo que tuvo lugar mientras Nerón estaba en Nápoles ejecutando una canción por vez primera en público en el teatro romano. Suetonio nos recuerda que el emperador continuó cantando durante el terremoto hasta que finalizó la canción; Tácito escribió que el teatro se desplomó poco después de ser evacuado.
Los romanos se acostumbraron a los débiles temblores de tierra de la región. El naturalista Plinio el Joven escribió que ellos «no estaban en particular alarmados, ya que los temblores eran frecuentes en Campania». A principios de agosto del 79 hubo sacudidas. Pequeños terremotos comenzaron a tener lugar el 20 de agosto del 79, llegando a ser más frecuentes los cuatro días siguientes, pero las advertencias no fueron escuchadas (hay que señalar que los romanos no conocían el concepto de volcán, sólo de una vaga idea sobre montañas similares como el monte Etna, hogar de Vulcano), y en la tarde del 24 de agosto, una catastrófica erupción del volcán empezó. La erupción devastó la región, sepultando Pompeya y otras poblaciones. Por casualidad, la fecha era la de la Vulcanalia, el festival del dios romano del fuego.
Naturaleza de la erupción
a erupción del Vesubio del 24 y 25 de agosto del año 79 se desarrolló en dos fases: una erupción pliniana que duró de 18 a 20 horas y produjo una lluvia de piedra pómez en dirección al sur del cono que aumentó la profundidad en 2,8 m en Pompeya mediante un flujo piroclástico, y una nube ardiente en la segunda, una fase peleana que llegó hasta Miseno y que se concentró en el oeste y el noroeste. Dos flujos piroclásticos sepultaron Pompeya, quemando y asfixiando a los rezagados que permanecieron allí. Oplontis y Herculano recibieron la peor parte de los flujos y fueron enterradas por cenizas y depósitos piroclásticos.
Los dos Plinios
Plinio el Joven
El único superviviente y testigo ocular fiable relata que el suceso fue registrado por Plinio el Joven en una famosa carta remitida al historiador Tácito. Lo observó desde Miseno (latín: Misenum), (cabo junto a Cumas y distante unos 35 km del volcán), mientras que su tío que andaba por terreno peligroso, vio una extraordinariamente densa, cambiante y creciente nube apareciendo encima de la montaña:
«Se encontraba en Miseno al mando de la flota. El 24 de agosto, como a la séptima hora, mi madre le hace notar que ha aparecido en el cielo una nube extraña por su aspecto y tamaño. Él había tomado su acostumbrado baño de sol, había tomado luego un baño de agua fría, había comido algo tumbado y en aquellos momentos estaba estudiando; pide el calzado, sube a un lugar desde el que podía contemplarse mejor aquel prodigio. La nube surgía sin que los que miraban desde lejos no pudieran averiguar con seguridad de qué monte (luego se supo que había sido el Vesubio), mostrando un aspecto y una forma que recordaba más a un pino que a ningún otro árbol. Pues tras alzarse a gran altura como si fuese el tronco de un árbol larguísimo, se abría como en ramas; yo imagino que esto era porque había sido lanzada hacia arriba por la primera erupción; luego, cuando la fuerza de ésta había decaído, debilitada o incluso vencida por su propio peso se disipaba a lo ancho, a veces de un color blanco, otras sucio y manchado a causa de la tierra o cenizas que transportaba. A mi tío, como hombre sabio que era, le pareció que se trataba de un fenómeno importante y que merecía ser contemplado desde más cerca.»
Se calcula en la actualidad que la columna eruptiva tenía más de 32 km de altura.
Luego, Plinio, describió la nube precipitándose hacia las laderas de la montaña y cubriendo todo a su alrededor, incluyendo la costa. Esto es conocido hoy en día como un flujo piroclástico, que es una nube de gas supercaliente, ceniza y roca que erupciona desde un volcán. Los geólogos han utilizado las características magnéticas de unas 200 rocas volcánicas y trozos de escombros (por ejemplo tejas) encontrados en Pompeya para estimar la temperatura de este flujo piroclástico (cuando rocas fundidas y solidificadas y minerales magnéticos en las rocas, registran la dirección del campo magnético de la Tierra, si el material es calentado a una cierta temperatura, conocido como el punto de Curie o (Tc), el campo magnético puede ser modificado o completamente recompuesto). Muchos de los materiales analizados experimentan temperaturas entre 240º y 340º (con unas pocas presentando temperaturas de sólo 180°). Esto indica que la nube de ceniza alcanzó una temperatura de 850º cuando emergió de la boca del Vesubio y se enfrió por debajo de 350° cuando llegó a Pompeya. La teoría es que la turbulencia puede tener mezclado aire frío en la nube de ceniza. Esto se llama en la actualidad el estado pliniano de la erupción, denominado así por ambos Plinios, el Joven y el Viejo.
Plinio manifestó que varios temblores de tierra fueron percibidos en el momento de la erupción y que fueron seguidos por una violentísima sacudida del terreno. También apuntó que la ceniza iba cayendo en espesísimas capas y que la ciudad iba siendo evacuada, y que entonces el sol fue tapado por la erupción y que la luz cedió ante la oscuridad. Además, que el mar fue ocultado y que fue contenido por un «terremoto», un fenómeno que los modernos geólogos llaman tsunami.
Plinio el Viejo
El tío de Plinio el Joven, Plinio el Viejo, estaba mientras tanto al mando de la flota romana en Miseno, en el extremo opuesto de la bahía, y decidió fletar varios barcos para investigar el fenómeno a punto de suceder. La flota tuvo además la misión de rescatar a aquellos que permanecían al pie del volcán cuando, estando a punto de partir, un mensajero llegó con la misiva de una amiga de Plinio que vivía en la costa cercana al pie del volcán implorándole que la rescatara. Él salió para cruzar la bahía, pero se encontró con espesas lluvias de cenizas calientes, pedazos de pumita y trozos de roca que, alterando la línea de la costa y las profundidades de las aguas, le obstaculizaron el acceso a la orilla y le impidieron desembarcar allí. El viento del sur reinante también se sumó para impedirle desembarcar, pero siguió hacia el sur hasta Estabia (a unos 4,5 km de Pompeya), donde desembarcó y obtuvo refugio de su amigo Pomponiano. Pomponiano tenía ya cargado un barco con sus posesiones y preparado para partir, pero el viento sopló en su contra.
Plinio y su grupo vieron llamas viniendo desde varias partes de la montaña (probablemente oleadas de flujos piroclásticos, las cuales más tarde destruirían Pompeya y Herculano). Tras quedarse durante la noche, el grupo decidió evacuar a pesar de la lluvia de tefra porque de seguir allí la amenazadora y violenta tierra derrumbaría el edificio. Plinio, Pomponiano y sus compañeros volvieron hacia la playa con almohadas atadas en sus cabezas para protegerlas de la avalancha de rocas. Al mismo tiempo, había tanta ceniza en el aire que el grupo apenas veía a través de la oscuridad y necesitaba antorchas y fanales para encontrar el camino. Llegaron hasta la playa, pero se encontraron con que el agua, para colmo, les interrumpía con violencia por los continuos terremotos, y descartaba la huida sin riesgo por mar.
Plinio el Viejo se desplomó y murió. En la primera carta a Tácito, su sobrino insinúa que fue debido a la inhalación de venenos, sulfurosos o gases.
Mi tío decidió bajar hasta la playa y ver sobre el lugar si era posible una salida por mar, pero éste permanecía todavía violento y peligroso. Allí, recostándose sobre un lienzo extendido sobre el terreno, mi tío pidió repetidamente agua fría para beber. Luego, las llamas y el olor del azufre, anuncio de que el fuego se aproximaba, ponen en fuga a sus compañeros, a él en cambio le animan a seguir. Apoyándose en dos jóvenes esclavos pudo ponerse en pie, pero al punto se desplomó, porque, como yo supongo, la densa humareda le impidió respirar y le cerró la laringe, que tenía de nacimiento delicada y estrecha y que con frecuencia se inflamaba. Cuando volvió el día (que era el tercero a contar desde el último que él había visto), su cuerpo fue encontrado intacto, en perfecto estado y cubierto con la vestimenta que llevaba: el aspecto de su cuerpo más parecía el de una persona descansando que el de un difunto.!
Sin embargo, Estabia que se hallaba a 16 km de la caldera (más o menos donde está la actual ciudad de Castellammare di Stabia) y sus compañeros, no fueron aparentemente afectados por los humos; probablemente dada la corpulencia de Plinio, murió por una causa diferente, quizá de un golpe o un infarto.35 Su cuerpo fue hallado sin heridas aparentes el 26 de agosto. Después la pluma ha dispersado suficientemente su historia a los cuatro vientos.