Las mejores curiosidades de uno de los líderes militares y políticos más influyentes de la historia.
Cuando Julio César era muy joven, era un muchacho excepcionalmente atractivo: atlético, ojos negros, piel pálida, rasgos femeninos… tanto era así que el rey de Bitania se enamoró perdidamente de él: lo convirtió en su amante, vistiéndolo y maquillándolo como una mujer.
Julio César era tan engreído como orgulloso, tanto es así que gustaba de engrandecer sus humildes orígenes, diciendo incluso que descendía de reyes y de dioses, nada más y nada menos. Según él, los Julios descendían de la diosa Venus, de ahí su belleza y su valentía.
Su juventud estuvo habitada por grandes conquistas y amoríos, pero llegada la madurez a Julio César le llegó lo mismo que a casi todos los hombres de su edad: la calvicie. Algo realmente trágico para una personalidad como la suya ¿Cómo soportar esa pérdida de pelo? Tras ser rechazado en numerosas ocasiones por el jefe galo Vercingétorix, un hombre del que se había enamorado, no lo dudó un segundo: ordenó que lo estrangularan. y aún más…que le elaboraran una peluca con el rubio cabello del muchacho.
Su poder y su ansias nunca parecían encontrar límite, siendo cónsul junto con otra persona, Bíbulo, se encargó de ser él quien tuviera todo el dominio del Estado, de él partía la soberanía y la autoridad. Tanto es así que entre la ciudad se hacían circular los siguientes versos: “Nada es de Bíbulo, todo es de César, porque nadie recuerda lo que aquel cónsul ha hecho.”
Tenía la fuerza y la resistencia de mil hombres, nadie se lo explicaba. Precedía siempre a su ejército, le gustaba ir a pie atravesando grandes distancias. Era un excelente nadador e increíblemente hábil en las armas.
Julio César era además un excelente escritor, de hecho su obra lo coloca hoy en día como uno de los referentes de lengua latina gracias a “De bello Gallico” y “De bello civili”, donde habla de sus campañas en la Galia y de la guerra civil.
Admiraba profundamente a Alejandro Magno, aunque más que admiración era profunda envidia. Siempre lamentó no haber logrado sus mismos éxitos a la misma edad que el joven héroe macedonio.
El año bisiesto se introdujo para sincronizar nuestro calendario y el movimiento orbital en Roma, bajo el mando de Julio César, asesorado por el matemático y astrónomo Sosígenes de Alejandría. César decidió que, en el calendario juliano (llamado así en su honor), uno de cada cuatro años tendría 366 días, uno más que los años comunes. De esta manera se aseguraba de que los meses del año seguían el ritmo de las estaciones. En principio, el día «extra» del año bisiesto se intercaló entre los días que hoy corresponden al 23 y el 24 de febrero.
En la guerra de Alejandría, Julio César demostró una gran proeza: hubo de saltar al mar para salvar su vida nadando durante casi una hora hasta llegar a su embarcación, pero eso sí, lo hizo con la mano derecha fuera del agua para proteger unos documentos muy importantes.
El mayor banquete de la historia fue el ofrecido por Julio César para celebrar sus victorias en Oriente. Invito durante varios días a 260.000 personas y comieron en 22.000 mesas.
Alea jacta est
Es una locución latina de uso actual que significa «se echó el dado», «el dado fue echado» o «la suerte está lanzada» o, más propiamente en español, «la suerte está echada».
Es una expresión atribuida, por Suetonio, a Julio César en el momento que este cruzara el río Rubicón, límite entre Italia y la Galia Cisalpina, provincia que le había asignado el Senado romano. Es posible que en la obra de Suetonio intitulada Vida de los 12 Césares esté incluía esta muy citada frase célebre.
Mediante este paso se rebeló contra la autoridad del Senado y dio comienzo a la larga guerra civil contra Pompeyo y los Optimates. Según algunas versiones, en lugar del participio pasivo «jacta», César usó el imperativo «jaci»: ¡echad! (la suerte).
